sábado, 21 de noviembre de 2009

"El Cumpleaños"


Hola:

Aquí está el regreso de un clásico. Uno de mis primeros cuentos y quizás el más significativo que he escrito hasta ahora. Estuvo de paseo para un concurso de cuentos de la Revista PAULA. Espero como siempre que les guste.


EL CUMPLEAÑOS

Hoy he despertado con un tímido rayo de sol colándose por las cortinas del ventanal. Es un día muy especial, pero con algo de melancólico en su pasar. Abro los ojos y lo primero que veo eres tú. Duermes plácidamente, nada te ha de preocupar en ese ligero y a la vez embriagador sueño, te entregas a él como una hoja al viento, como caen los pétalos de las rosas y el vacío le da ciertos vaivenes que mientras pasan, tú mueres de agonía, pendiendo de un hilo en esa angustia de gritarle para que dejase de ser atraído por la gravedad hacia el fondo del terreno. He decidido dejarte dormir hasta más tarde, a fin de cuentas no eres tú, sino yo quien debe realizar los preparativos para el festín de este día.

Hoy es mi cumpleaños número 32, no puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido. Parecía ayer el día en que tú me pedías matrimonio y luego celebrábamos esa gran boda. Recuerdo que la cola de mi vestido llegaba desde el altar hasta la puerta, bueno, quizás no tanto, pero sí era demasiado larga y todo porque tú querías que tuviera el vestido de novia más original de todo el mundo. Recuerdo cuando dijimos el “sí” y mi madre lloraba de emoción. Mi padre, con su serio ademán, era la primera vez que le veía sonreír y tú, tú siempre has sido muy sentimental, pero este día te mostraste tan fuerte y me dijiste “no voy a llorar, porque este momento es para festejar”. Qué tonto, ojalá hubieras recordado eso hace dos años atrás, te juro que cada una de tus lágrimas me desgarró el corazón.

En fin, me levanté, me puse la bata y caminé por el pasillo hasta el cuarto del pequeño Luis. Aún dormía, acurrucadito en su frazada. Sus cuatro añitos son motivo de una alegría inmensa para mí. Ojalá y pudiera cumplir un año menos ahora, porque así podría llegar nuevamente al día, sólo unos años menos, un poco más atrás en el tiempo para que todo fuera distinto.

Encendí el calefón, luego la ducha y mientras se temperaba el agua te vi venir hacia el baño. Imaginaba que me tomarías ahí mismo, que arrancarías esta bata de mi cuerpo como quien despoja una flor en la tormenta, pero no sucedió, soy invisible a tus ojos, ni siquiera tengo tu piedad en un día como hoy, que es mi cumpleaños. Está bien, no importa. Esperé a que salieras del cuarto de baño para quitarme mis ropas y darme una buena ducha.

Al salir, no podía encontrar ninguna de mis ropas en el armario. Las escondiste para así evitar encontrarte conmigo, quieres olvidarme, pretendes acallar todo esto tan sólo desarraigándome de tu memoria. Por fin, en el último cajón encontré doblado mi vestido violeta, tu favorito. Recuerdo que me lo regalaste para mi primer cumpleaños estando casados, hace ya cinco años. Las lágrimas ahogaron mis ojos, pero debía mantenerme firme, aún me faltaba saludar a mis invitados.

En cada cumpleaños recibía la llamada de mis padres al despertar. Hoy no ocurrió. El café me supo amargo completamente, porque apenas pude sentarme a la mesa, tomaste las llaves, cogiste al niño y te lo llevaste donde mis padres. En consecuencia, tomé el desayuno sola. No importa, porque tenía la esperanza de que esa tarde todo cambiaría.

Lavé los platos de la cocina, eran muchos. Pasé la aspiradora y limpié los vidrios del ventanal. Saqué de la bodega los individuales y el mantel de fiesta, también la caja con las copas y finalmente la vajilla de porcelana que le costó un dineral a tu hermano pero que fueron el regalo de bodas que más me encantó. Decoré todo muy bonito.

Me dieron las tres de la tarde. Sabía que llegarías a las siete hoy, por lo que me relajé un rato sentada en el sofá, mirando viejas fotografías, donde estabas tú y Luis cuando recién nació. El parto fue tan complicado, pero sabía que ese niño estaba destinado a nacer. No lo dejes nunca solo, es un milagro que pudiera nacer, porque para mí el embarazo estuvo lleno de complicaciones. ¡Qué rápido pasó el tiempo!, a las cinco recién me percaté. Fui por la torta, debía de estar lista hace mucho.

Era hermosa, de crema y frutilla, decía con muchos colores: “Feliz cumpleaños Doris”. Se veía deliciosa y fue el momento más colorido del día. Al llegar a casa ya era las seis y media. Puse la torta en el centro de la mesa, coloqué el champagne a un lado, también dos puestos más por si mi papá y mi mamá venían a dejar al niño y me senté en la cama, en el dormitorio a esperarte.

Me daba pena que no hubieras dejado ni una rosa, ni una caja de bombones como siempre lo hacías al lado de la cama, pero bueno, no te culpo, hay costumbres que se desgastan con el tiempo. Lo mismo pensé del llamado de mis padres. Finalmente el teléfono sonó, me levanté rápidamente, exaltada por el sonido de la campanilla, atendí, era la voz de mi hermana. Yo le hablaba pero parecía no escucharme. Es más ni siquiera preguntó por mí, sino que preguntó por ti. Al instante cortó. Debe de ser un problema con la conexión pensé, así que tomé el teléfono y le devolví el llamado. Ocurrió lo mismo, ella decía “aló” y yo también, pero no podía oírme. En eso suena la puerta, eras tú, venías con mis papás y con Luis en brazos.

Si viene cierto, era un día muy alegre para mí, pero no entendía por qué mis padres estaban vestidos de negro. Les sonreí efusivamente y estiré los brazos para recibir sus saludos, pero pasaron por al lado mío como si nada. Marco hizo lo mismo, llevó a Luis a su pieza, sin embargo, lo que hizo que mi corazón volviera a acelerarse fue la pregunta del niño: “Papá ¿Crees que mami sepa que hoy es su cumpleaños?”. Luis recordaba qué día era hoy, pero quedé inmediatamente helada cuando tú le contestaste: “No lo sé hijo, ella está descansando ahora, no creo que pueda recordarlo, pero igual, quiérele mucho para que así ella siga durmiendo tranquila”.

Luego volviste a la sala, te despediste de mis padres en la puerta y les agradeciste por su compañía el día de hoy, que aún es difícil pasarlo solos. Aquí estoy Marco, aquí estoy marido mío, estoy frente a ti y no puedes verme. Marco caminó hasta la pieza matrimonial y sentado en la cama, con la puerta cerrada se puso a llorar, mientras decía entre sollozos: “Fue tan difícil sacarla de entre los fierros”. Fue ahí donde las imágenes de ese día volvieron a mí, la sangre, los vidrios rotos, el choque, el autobús, todo ese maldito día de hace dos años atrás.

Me senté en la cabecera de la mesa, encendí temblorosamente las velas de la derretida torta, mientras entonaba otro “cumpleaños feliz” completamente sola.

viernes, 30 de octubre de 2009

La presa



Hola:

Se viene por fin el término de Octubre y lo despido con un último cuento de suspenso, espero que les haya gustado esta incursión que hice de este género durante estas últimas publicaciones.

Saludos!

La presa

Los pasos se sentían a escasos metros de donde se encontraba el grupo de jóvenes scouts. Parecía que en la silenciosa brisa de la noche que remecía las hojas de los árboles no había otro ruido que no fuera el del ambulante espectro que se paseaba por todo el valle, entrando en casas de los pueblos aledaños para asaltar sus graneros y cobrar la vida de uno que otro animal de corral.

Ese fin de semana se había convertido en un gran desafío para Franco, un muchacho de unos 14 años, flaco y desgarbado, debilucho a simple vista y gustoso de la literatura que debía soportar la presión de sus compañeros por su prueba de iniciación para ascender dentro del grupo de exploradores, sumado con la leyenda de la bestia que recorría los valles durante la oscuridad. Llegado el momento, justo en una noche de luna llena, se le comunicó su reto: Debía atravesar el río por la noche y traer de vuelta un banderín que se encontraba oculto del otro lado del cauce. Para ello sólo contaba con la luz de la luna y una hora de plazo.

El temor que se agolpaba en su garganta como un nudo lo forzaba a disimular seguridad ante el resto, esperando convencerse a sí mismo de que todo estaría bien y de que el espectro que merodeaba los pueblos de la quebrada sólo era una vieja leyenda rural producto de la sugestión costumbrista. Atravesó el río a duras penas, cayendo desde las piedras y empapándose entero. Se tomó unos minutos para estilarse y luego se internó en el oscuro bosque. El sendero era siniestro y poco se podía ver con la escasa luz que se colaba entre las ramas. El pie de Franco dio a parar en un lodazal y posteriormente se tropezó con un peñasco. Incorporado, se sentó a un lado del sendero, adolorido por la caída y fue entonces que sintió la agitación de los arbustos. Se levantó inmediatamente y temblorosamente llamó para saber quién merodeaba.

Como no recibió respuesta, se imaginó que podían ser los demás muchachos que estaban por allí para asustarle, así que optó por seguir buscando el banderín. Llegó hasta la ladera de un cerro, donde estaba la bandera pero se encontraba en el suelo y rasgada como por un animal. La cogió mientras echaba un ojo a los alrededores pero no vio señas de ningún animal salvaje. Ajustó el banderín al cinturón y emprendió la retirada, entonces tuvo que darse la vuelta rápidamente hacia el cerro de donde cayeron piedras por el presunto movimiento de alguien en sus alrededores. Franco vaciló en investigar y decidió correr a toda prisa por el bosque, perdiéndose en la carrera al interior del oscuro sendero.

Le pareció correr en círculos, entonces se detuvo para percatarse de los restos de plumas y sangre en la tierra y en parte de la corteza de un gran árbol. -¡Un animal salvaje! – Exclamó, mientras que intentaba caminar con sigilo para no ser percibido, no obstante, sus esfuerzos fueron en vano porque la sensación del movimiento de los arbustos alrededor de él lo hicieron apresurar la carrera hasta correr. Aquel animal que lo perseguía había salido en su captura a una velocidad mayor pero sin verse entre los fugaces vistazos que echaba hacia atrás Franco, entonces tropezó nuevamente y el banderín se le cayó del cinto, lo que lo retrasó en su incorporación.

El muchacho pudo sentir detrás de él la respiración jadeante y el vértigo de ser la presa de un animal cazador, entonces trató de escabullirse a rastras sin éxito, porque su captor, que resultó ser un ser humano lo cogió por el tobillo con una de sus manos mientras que con la otra se aproximó a cogerle del cuello de su camiseta.

Franco chillaba con gran desesperación, notó que el hombre traía consigo un garrote colgado en su espalda mientras luchaba por zafarse, el hombre lo miró con unos brillantes ojos amarillentos y una expresión psicopática en su rostro, alzó con una de sus manos el garrote para darle al joven, mas el niño aprovecha para escaparse y seguir corriendo desesperadamente, zigzagueando entre los oscuros matorrales. El cazador intentó seguirle el paso, mas Franco logró despistarlo escondido entre unas piedras.

Aprovechando el silencio, Franco intentó acercarse por donde sentía el sonido del agua del río. Iba perplejo, en estado de shock, entonces, justo antes de salir de los arboles hacia el lecho del río, aparecen dos figuras de su estatura con capuchas que lo envisten: - ¡Te asustamos! -. Gritan a coro, comprendiendo en la perplejidad que se trataba de una broma.

Reunidos, junto a las carpas y al fuego, los muchachos le comentan de cómo se les ocurrió asustarlo en el bosque para hacerle más divertida su iniciación. La idea de las máscaras había sido del instructor, Franco se relaja y luego de darse cuenta de que había dejado caer el banderín les confiesa que fue notable el momento en que desplumaron a una gallina y dejaron su sangre en el camino. Todos se miran sorprendidos, a lo que Franco agrega que el personaje del viejo con garrote había sido muy bien logrado por el que lo haya interpretado. La sorpresa de los que estaban sentados allí se acrecentó aún más, comentando que no sabían a lo que su compañero se estaba refiriendo.

domingo, 25 de octubre de 2009

La última prueba



La última prueba


Cierto día, alentados por las historias que giraban en torno al viejo edificio de la escuela de Derecho, un grupo de estudiantes que estaban desvelados estudiando para un examen al día siguiente decidieron dar rienda suelta a su curiosidad y desafiar los refranes populares intentando acercarse al oscuro y viejo edificio que estaba en el rincón menos iluminado y transitado de la universidad. Eran tres amigos que deseaban demostrar su hombría probando estar en el sitio donde se habría suicidado un ex alumno de la carrera luego de reprobar su examen de grado, ahorcándose en la sala de clases en la cual habría sufrido el desastroso fracaso.

Luis, uno de los muchachos, iba grabando toda la travesía con su celular, haciendo mofas de cintas como “Las brujas de Blair”, mientras que Manuel y Federico hacían ruidos y echaban risotadas de la aventura.

Al llegar a la puerta principal del edificio decidieron acercarse con sigilo sin que los viera algún guardia y al comprobar que la puerta estaba sin llave se aprontaron a entrar. Para su desgracia, las luces no encendían al interior, lo que le añadió un toque de misterio al asunto.

Recorrieron el pasillo central alumbrados por la pantalla del celular, iban abriendo las puertas de los alrededores hasta que llegaron a la sala principal donde se habría dado lugar al suicidio.

La luz anaranjada de la calle se colaba de forma siniestra por las ventanas y el blanco de las paredes creaba una atmósfera abismante. El silencio no ayudaba mucho a escapar del agobio que producía estar en ese total silencio en que los tres se quedaron, enfocando hacia todos lados con detención. Justo en ese momento, Luis tropieza con una de las sillas y el estruendo no tarda en asustar a Manuel y Federico que salen corriendo sin entender por qué.

Solo, Luis se repone y se aproxima para coger su teléfono y salir corriendo, pero en ese instante escuchó como la puerta de la sala se cerró impulsada por una extraña fuerza. Fueron en vano sus intentos por abrirla y golpeaba con desesperación, esperando a que se tratase de una broma de sus compañeros. Al cabo de un momento se abrió y emprendió la carrera por el pasillo pero tuvo que dar vuelta la mirada cuando vio que de una de las oficinas se colaba la luz por debajo. Encendió nuevamente su celular y se aprontó con cuidado para escuchar lo que venía del otro lado. Su curiosidad lo impulsó a abrir impetuosamente la puerta pero no había nadie en la oficina, mas un montón de papeles estaban desparramados sobre el escritorio. Al leerlos, se trataban de algunos apuntes varios sobre procesal y juicio ejecutivo.

Se oye otro estruendo por el pasillo y entonces se apaga la luz de la oficina. Luis se esconde detrás del escritorio y al parecer se trata de pasos de zapatos que retumban en el eco del silencio nocturno. Se dan una vuelta y luego otra hasta que se detienen, entonces Luis intenta asomarse un poco, percatándose de que no había nadie y entonces salió sigilosa pero rápidamente.

A la mañana siguiente, ni Manuel, ni Federico llegaron a dar el examen y Luis esperó hasta muy tarde por ellos afuera de la sala. Todos sus compañeros de clase se retiraron y finalmente los profesores y académicos. En la espera, Luis o había reparado en revisar el video de su móvil, allí fue donde un hielo escalofriante recorrió sus tripas y se alojaron en su agolpado corazón.

En el video aparecía escrito en la pizarra de la sala de clases: “Juicio ejecutivo” y su respectiva explicación. Pregunta que se dice habría sido la que fue causal de la reprobación del alumno suicida. Luego, en la caída del artefacto, se puede ver que se enfoca rápidamente en una de sus vueltas la silueta de un ahorcado y finalmente, para rematar, en la parte del interior de la oficina de los apuntes, se escucha entrecortado en el audio la voz de un joven paseándose por afuera de la oficina, repasando una y otra vez la materia que provocó su reprobación.

sábado, 17 de octubre de 2009

Conectados



Conectados


Sucedió una noche de verano. Telma estaba sola porque su compañera con la que arrendaban el departamento se había ido de vacaciones con su pareja a Brasil por dos semanas. Sería una ardua tortura resistir la vida de ciudad en época estival, donde todos tienen un panorama para disfrutar, menos ella que se queda pegada haciendo zapping en la televisión a ver si encuentra alguna película para ver. Aburrida de su soledad decide probar suerte en internet y entra en una sala de chat bastante concurrida, donde lo conoce a él.

Pasaron varias cosas por la cabeza de Telma mientras hablaba con este desconocido apodado “Killer029”. Sus palabras eran lo suficientemente envolventes para cautivar inmediatamente a Telma, quien al cabo de un par de días ya se encontraba dándole su número de teléfono para concertar una cita, seguramente estaba demasiado en las nubes como para reparar en lo veloz que avanzaba el enlace con un desconocido de quien sólo contemplaba una foto en el avatar virtual de MSN.

La cita fue en un concurrido pero íntimo restaurant de comida exótica del centro capitalino. Él estaba allí con su imponente altura, buena ropa y una fragancia cautivadora que llevaron a Telma, la solterona que llevaba un año sin encontrar pareja después de su último gran amor, a una órbita que giraba en torno solamente hacia él. Fue una cena de ensueño, en la que su galante caballero coqueteó y le tomó de la mano. Al irla a dejar hasta su departamento casi le roba un beso, que se lo dio rozándole el labio por el lado.

A la mañana siguiente amaneció en la puerta del departamento de la cibernauta un hermoso ramo de rosas rojas y una tarjeta: “Espero la hallas pasado tan bien como yo, te veo más tarde”. La suculenta tentación que despedía esa frase resultaba magnética e irresistible. Telma se alistó con su mejor tenida para acudir a su trabajo en la tienda y a las seis cuando cerró estaba él esperándola. ¿Cómo supo dónde trabajaba? Fue fácil, pues ella lo mencionó en la conversación de la noche anterior y él con su memoria de elefante se dedicó a buscar por planos.cl la dirección exacta. La llevó a un paseo romántico por el parque y luego a ver las luces de la capital desde un mirador. La sensualidad de la noche le permitieron a “Killer029” a ganar proxémica y acabaron besándose. Más tarde, cuando la fue a dejar nuevamente fue una despedida con mucha piel pero esta vez un poco más estrecha que la anterior.

Al día siguiente, Telma asumió que debía quedarse en casa para recibir a su amiga que llegaba del viaje, mas la insistencia con la que su amante virtual le pidiera que el encuentro tenía que ser hoy porque él ya había preparado la sorpresa hicieron que Telma abandonase a su amiga y una tarde recreativa juntas viendo las fotos para acudir donde su manipuladora pareja.

Él había rentado un cuarto en el motel más caro de la ciudad y le había decorado con pétalos de rosas. Además pidió servicio a la habitación, con champagne y una tabla de quesos muy finos. El ambiente era cálido y lujurioso, lleno de complicidad que si viene cierto era demasiado prematura como para originarse. Telma estaba algo recelosa pero los encantos de su acosador y la presión de este por tener intimidad hicieron que ella cayera fácilmente, aún cuando le pidió que no siguiera con las caricias tan íntimas aún. Esa tarde, por insistencia de él acabaron enredándose en las delicadas sábanas de aquel cuarto, del que si viene cierto, nuestra protagonista salió con una sonrisa de oreja a oreja, no dejaba de pensar que quizás era demasiado rápida la relación.

Pese a los reclamos de su amiga por dejarle sola, Telma estaba soñando con “Killer”. Sentía que él la comprendía y la hacía sentir viva nuevamente, que se preocupaba de ella con detalles íntimos desde el principio y sentía una misteriosa y rápida complicidad con él que no podía explicársela pero que la hacía sentir agasajada. Ese día quiso reivindicarse con su amiga pero recibió un sobre por debajo de la puerta, era una invitación de él para que pasaran el fin de semana juntos en un spa a las afueras de la ciudad. Sin pensarlo, Telma empacó y partió con él.

Fueron unos días maravillosos donde ella se sentía tan querida y deseada. Sin embargo, cuando la fue a dejar a su casa después del viaje de regreso, llegó la oferta del señor. “Killer” le ofreció a Telma un compromiso formal pero que debía irse a vivir con él lo más pronto posible. Telma rechazó la propuesta debido a lo intempestiva que le pareció y entonces la mirada de aquel noble caballero se convirtió en fuego y azufre.

Durante los días siguientes, Telma creyó que la relación tendría freno por la frustración pero en realidad su amor virtual se empecinó en empapelarla con peticiones y ruegos. Telma se molestó con él y discutieron a causa de lo asfixiante que esto se tornaba, entonces él intentó forcejearla en la calle, justo afuera del edificio en que Telma vivía. Su amiga y pareja de ella acudieron en su rescate cuando regresaban del supermercado y “Killer” se dio a la fuga refunfuñando.

En el departamento, Telma fue convencida de que era mejor alejarse de ese hombre debido a su extraño comportamiento y afán por llevársela a vivir con él. Ella estuvo evitándolo durante los próximos días y por teléfono puso final a la relación, aunque él se esforzaba por sonar apenado y bastante ofendido por el trato que estaba recibiendo, finalmente lanzó una frase escalofriante: “Te vas a arrepentir, ya verás, llegarás rogándome que te ofrezca mi techo”.

Pasaron los días y Telma estaba bastante preocupada por el tenor de las últimas palabras de su enamorado pero intentó ser fuerte y olvidarlo. Como no llamó más, decidió a los meses retomar su vida amorosa y empezó a verse con un compañero de trabajo. Salían a cenar y a bailar pero siempre como amigos, jamás recibió Telma insinuaciones tan directas como las de su anterior relación, lo que la hizo sentirse cómoda y no presionada, sin embargo, no reparó en que alguien la observaba desde las sombras y atizado por las brasas de la venganza, decidió colarse una noche en que el departamento de Telma estaba vacío y apilando todas las cosas de ella en el centro del living, las roció con gasolina y las hizo arder, consumiéndose por completo.

Las llamas alcanzaron cierta parte del departamento pero la oportuna acción de bomberos impidió que se extendiera hacia otros inmuebles. Telma estaba desconcertada cuando llegó con su acompañante pero lo peor fue cuando su amiga la llamó para ver lo que habían encontrado entre las cenizas. Era un ramo de rosas rojas con una tarjeta y una cajita que en su interior guardaba una llave con una cadena: “Te lo dije, tarde o temprano llegarás hasta mí pidiéndome un techo. Ahora estás encadenada a mí”.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Amor fantasma





Hola:

Aprovechando que el 31 de Octubre se celebra la comercial noche de brujas, traeré durante estas semanas antecesoras una selección de cuentos con tenor fantasmal. Espero que os gusten.

Rodrigo Bueno.


Amor fantasma

Parecía que antiguamente este lugar habría convocado a más de cien almas de todas partes de lo ancho y largo de la pampa. El antiguo teatro de la ex oficina salitrera seguía en pie como si los años no hubiesen transcurrido nunca desde la partida de sus habitantes. Colgaban aún de las paredes docenas de carteles de las obras y actores que se habían presentado en esa joya de proscenio, las butacas, cubiertas de una típica capa de polvo estaban intactas y los telones de color marrón caían con la misma altivez de siempre.

Nicanor, el guardia nuevo se había quedado petrificado en cuanto escuchaba retumbar el eco de su colega, el cual llevaba bastantes años de experiencia cuidando el patrimonio de la humanidad que era la ex oficina, por lo que su discurso sobre cómo hacer las cosas tenía un dejo de coerción.

- Tú harás las rondas por la noche, ya que el frío pampino me cala demasiado en los huesos -. Fue lo último que se escuchó y que rompió la nube de asombro que mostraba el novato ante la altitud del teatro. Asintió tímidamente mientras que el veterano se retiraba satisfecho.

Nicanor había sido siempre aficionado a la lectura, por lo que estar frente a tal recinto rico en historia le resultaba bastante interesante, recorrió el escenario mientras contemplaba con el mismo asombro de hace un instante y se retiro lentamente poniendo atención al eco de sus pisadas en el vacío, entonces fue la primera vez que lo oyó, un ruido de tacones estremeció el ambiente e hicieron que el joven se pusiera en alerta, mirando hacia todos lados y llamando por si había sido algún turista perdido. No recibió respuesta. Como dejó de oírlo se retiró sin pensarlo dos veces, creyendo que había sido producto de sus abstracciones.

Llegó la medianoche y Nicanor tuvo que hacer su ronda nocturna. Salió con la potente linterna y su casaca abrochada hasta el pescuezo. El frío atravesaba como cuchillas la ropa y se alojaba en los huesos con su manto maquinal, a punto que la niebla impedía ver con claridad. Nicanor no reparó en ninguna extrañeza mientras recorría las calles vacías de la desolada oficina. Los rincones eran sombríos pero quedaban desnudos ante el inagotable rayo de luz por lo que no cabía duda de que no había ser humano a varios kilómetros a la redonda. Todo tranquilo hasta que se detuvo a las puertas del teatro donde impulsado por una inquietante curiosidad decidió acercarse hasta la puerta, entonces volvió a escuchar cosas, esta vez lo que parecía la voz de una mujer pidiendo ayuda con un sonido tan suave y tan melodioso que desentonaba con el tosco paisaje de alrededor. Comenzó a sentir un escalofrío inmenso por todo el cuerpo, mientras apresuradamente buscaba las llaves de la puerta, cuando la encontró, abrió raudamente el portal esperando rescatar a la doncella en peligro, mas no había nadie al interior del recinto.

Regresó hasta la entrada donde permanecía guarecido su veterano compañero, estaba pálido pero evadió los comentarios de su compañero. Luego de palpar su taza caliente de café le preguntó si alguna vez había visto cosas extrañas por el lugar. El viejo se echó a reír dando por sentado que las anormalidades andaban a la orden del día en este lugar. Nicanor intentó evadir el miedo que eso le causaba con un poco de lectura, no obstante a las tres de la madrugada era nuevamente turno de echar una ronda.

Hizo el mismo recorrido de forma normal, con bastante frío pero nada lo inquietaba más que volver a pasearse por las afueras del teatro, se puso a intentar escuchar detrás de la puerta pero ahora no sintió nada fuera de lo común por lo que volvió con cierta frustración.

A la noche siguiente continuó con sus rondas empecinado en volver a oír a la mujer del teatro pero siempre volvía sin novedad, aún cuando a ratos disipaba su curiosidad con lectura, el tema lo perseguía, pensaba en lo aterrador que resultaba pero deseaba volver a vivir el taconeo de sus zapatos o los gemidos de socorro. Pasaron meses sin que volviera a escuchar nada y pronto se olvidó del tema, su trabajo se volvía monótono hasta que una buena noche, en la ronda de las tres se volvió a acordar del asunto mientras fumaba un cigarrillo y se detenía a las puertas del teatro. Fue allí cuando en la esclarecida noche de luna llena, abrazada por un silencio sepulcral, le pareció oír a la mujer hablando. Sonaba como un monólogo pero no podía entender bien lo que decía. Escuchó por detrás de la puerta de entrada con gran asombro, entonces su obsesión recobró la vida, abrió la puerta para entrar con el corazón latiendo a mil por hora pero nuevamente no encontró a nadie. Su desilusión fue tal, como si se tratase de un amor que te deja plantado en el altar, regresó con pesadez a su lectura y su café habitual. En sus descansos llegaba a soñar con esa mujer, inclusive le intentaba inventar una corporalidad que sólo existía en su mente, deseaba con todo su corazón poder verla algún día, aunque su veterano colega le dijera siempre que sólo se trataba de un ruido más como los de siempre en la pampa, Nicanor parecía embriagado del deseo de encontrarse con ella cara a cara.

Iba y venía más veces de las que realmente tenía que rondar la oficina pero no le volvía a dar señales esa mujer fantasma. Se ausentó un mes que se le hizo eterno a causa de una grave lesión en su espalda. Todas las noches soñaba con abrir las puertas de ese teatro y encontrarse allí a su musa en el proscenio, montando el papel principal de una fantasmagórica historia de amor. Volvió al trabajo de su licencia médica con la ilusión de volver a sentir su presencia, iba inclusive de día y se sentaba en las butacas del teatro pero no pasaba nada. Se subía al escenario, ensayaba argumentos de obras que ya había leído en sus ratos libres, esperando encontrarse allí a su coprotagonista.

“Romeo y Julieta” era el último libro que había captado su atención, sentía que su amor imposible era como el que exponía Shakespeare entre un espectro y un mortal. Ya no hacía la ronda entera, se sentaba en las butacas por la noche, bajo el manto de la oscuridad para contemplar en el escenario el posible desenlace de una obra que jamás se llegaría a interpretar.

viernes, 9 de octubre de 2009

Doncella de hierro


A veces hay cosas en la vida que te marcan y crean barreras dentro de uno que al final sólo resultan ser un mecanismo de defensa ante el miedo de caer en esa misma desesperación otra vez. Para todos aquellos que les identifique esto, les dedico este cuento:


“Doncella de hierro”


Sara era una niña muy pequeña cuando comenzaron los problemas en el matrimonio de sus jóvenes padres. Ambos se habían tenido que casar obligados y prematuramente por el embarazo no deseado de su madre y por ende fueron obligados a dejar sus vidas de instituto para empezar, él a trabajar y ella a atender a la pequeña en camino.

Papá comenzó con empleos de poca paga y de medio tiempo en servicentros y luego en el cine. Consiguió ir ascendiendo y mientras tanto se dedicaba a estudiar una carrera técnica de corto plazo. Tenía ya el dinero suficiente y pudieron rentar un mejor departamento para vivir con la nueva integrante. Mamá en cambio había recibido el chaparrón de años encima a su corta edad. El estrés de hacerse cargo de una vida sin siquiera tener completamente resuelta la suya la agobió a tal punto que sufría de crisis de pánico y una depresión por culpa de lo frustrante que resultaba el hecho de que se troncasen todas sus expectativas de vida. Soñaba con una boda de princesas, un vestido blanco vaporoso y una catedral repleta de amigos y familiares. Una fiesta en el club de yates y un marido cuya profesión le permitiera vivir llena de lujos y comodidades. Quizás algún día escribir alguna novela o un compilado con sus cuentos que solía redactar de vez en cuando estaba aún en la media. En lugar de todo eso tenía al rebelde amor de juventud con el cual por culpa de una calentura y voladas de carrete había terminado acostándose sin siquiera tener una relación amorosa formal.

Ambos padres miraban a la pequeña Sara dormir en su cuna con una felicidad tintada de amargura y con la duda de saber cómo habría sido todo de no haber nacido ella. La pareja se miraba también con ciertos reparos, no había pasión ni mucho menos amor entre ellos, eran una familia a la fuerza y pronto el peso de las frustraciones de ambos se dejaría caer en sus constantes discusiones.

Era un ciclo sin fin, peleas, llantos, idas de casa y luego retornos para seguir intentándolo por la pequeña. Sara fue creciendo con las palabras cruzadas de sus padres detrás de la puerta y su personalidad se forjó amarga, seria e introvertida. A los cinco años parecía una verdadera señora por cómo pensaba y veía el mundo. Entró a la educación primaria y cuando pedían que dibujara a su familia sólo se dibujaba así misma porque encontraba que no podía confiar en nada más en el mundo que en su propia capacidad y sus propios ideales.

De adolescente, ya sus padres estaban más desgastados y acabaron separándose, ella se quedó a vivir con su madre. No obstante, los pensamientos de Sara sobre la vida jamás cedieron. Nunca tuvo pololo y jamás sintió atracción por ningún muchacho de su curso, era ruda y tampoco tenía amigos ni amigas, solitaria y rebelde pero muy inteligente, era la mejor de su clase aunque no cumpliera con el arquetipo de “buena niña”.

Un día, de camino al colegio, ya estando en cuarto medio, Sara tuvo la mala suerte en una esquina de ser víctima de un motociclista que iba a toda prisa y olvidó frenar en el semáforo. A punto de ser arrollada, fue salvada por un compañero de su clase que la empujó desde atrás fugazmente. El muchacho siempre había intentado acercarse a ella, mas nunca fue correspondido ni capaz de derribar las barreras de la amarga muchachita sino hasta ese día que las sonrisas de gratitud y el brillo inocente de los ojos de Sara dejaron entre ver tras su socorro.

El difícil coqueteo entre ambos era rechazado por la racionalidad de ella, no obstante, el corazón siempre tiene razones que la misma razón desconoce y sin entender por qué, se sentía irremediablemente atraída por alguien más que no fuera ella misma. Fue difícil eso sí porque a pesar de los galantes cortejos del muchacho eran embestidos brutalmente por las negativas de Sara.

Desde las invitaciones para salir fuera de clases hasta las ofertas para trabajar juntos en el colegio parecían ser demasiado comprometedoras para ella y le recordaban a cada segundo los episodios vividos en la infancia con las peleas de sus padres, más aún que la edad en que había sido concebida era justamente a los 17 años de su madre. Pensaba en lo horrible que parecía esa relación pero a la vez lo antagónico que parecía su interior al soñar despierta con aquel muchacho heroico que la rescataba de ser atropellada.

Llegó el fin de curso y el día de la licenciatura recibió en su casa un ramo de flores con una tarjeta firmada por él, aún así nunca le respondió y aunque ella eligiera irse a estudiar fuera de Santiago, siempre se mantuvo firme en creer que posiblemente ese joven fuera la única excepción a su regla de jamás enamorarse para vivir el mismo infierno que los mayores.


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Mis agradecimientos especiales a la canción que ha servido de guía para su elaboración, "The only exception" de la banda norteamericana Paramore.

viernes, 2 de octubre de 2009

Suegra hay una sola

Hola: Les traigo este nuevo cuento inspirado por una clase de Derecho Penal jeje, espero les guste.




Suegra hay una sola


Roberto Rivarola era un hombre delgaducho, flaco, torpe, despistado e incapaz de matar a una mosca ni aunque estuviera de vacaciones en su prematura calva. Trabajaba en una oficina donde su jefe era un déspota pero no podía renunciar puesto a que se había casado hace poco con Patricia y tenían que pagar las deudas del matrimonio. Él siempre intentaba complacer a su mujer, la única en toda su vida que era capaz de soportar sus manías y su hipocondría.

Un buen día como todos los otros, acomplejados por la proximidad de fin de mes, decidieron que era hora de que Patricia consiguiera un empleo porque el salario de su marido no daba para pagarlo todo. Jaime, ante el descontento que le producía que su mujer pasara por aquel martirio se negó. El tema siguió saliendo una y otra vez a cada momento hasta que por fin el mal afortunado Jaime encontró una solución.

Resulta que su suegra, la madre de Patricia había quedado viuda hace muy poco y recibía una excelente pensión por el difunto. Convenció a la veterana entonces que se viniera a vivir con ellos a su reducido departamento para así hacer usufructo del dinero de su pensión y evitar que Patricia entrara a trabajar. Patricia aceptó de inmediato la idea de su marido porque nada la hacía más feliz que tener a su madre en casa para que le hiciera compañía.

Todo marchaba excelente hasta que comenzaron los primeros roces con la quisquillosa suegra. Primero fueron los dramas por el reducido espacio y la ausencia de intimidad marital; en segundo lugar, la vieja se quejaba todo el día de las pellejerías de ajustar los gastos y en último lugar, los comentarios avinagrados durante las horas de comida en donde aprovechaba para criticar el matrimonio de su hija. Jaime estaba al borde de una crisis nerviosa, más todavía porque su personalidad exagerada le hacía soportar menos niveles de estrés y prontamente se convirtió en un treintón calvo y neurótico. Contrajo vicios como el cigarrillo y el café, se quedaba hasta tarde en el sofá viendo televisión y tenía mala cara siempre. Prefería sin embargo no discutir con la insoportable suegra a la cual no veía cómo deshacerse de ella: “¡Vamos Jaime! Ya le pediste que viviera con nosotros, no puedes echarla ahora”, decía Patricia.

Una noche decidió que ya no soportaría más, sus nervios colapsaron por las quejas de la vieja sobre su calvicie prematura. Apagó la televisión a eso de las tres y poseído por la rabia se dirigió hasta el cuarto donde estaba la vieja y con un cuchillo de cocina en mano se acercó sigilosamente hasta la cabecera. La mujer dormía apaciblemente, como si fuera una bestia salvaje dominada por Morfeo, ni siquiera roncaba o se movía, era tan pacífica que el arrepentimiento no tardó en venir, salió de la pieza y fue por un vaso de agua. Jaime siguió intentando ignorar los malos pensamientos pero la suegra no se lo facilitaba, era una tras otras hasta que quiso apoderare de su sitio en la cama matrimonial porque el colchón de la suya le hacía doler la espalda. Lo peor fue que Patricia la apoyó incondicionalmente sin preguntarle a su marido, entonces los deseos enfermizos del histérico Jaime afloraron nuevamente, pescó unas tabletitas de ácido bórico y las puso en la taza de té de hierbas que la vieja se llevaba al velador, luego de eso se fue a dormir a la pieza en la que dormía.

Cuando asomó el día, se despertó espantado por los gritos de Patricia, ahí recién se percató del crimen que había cometido, la vieja amaneció muerta al lado de Patricia, con la taza de té fría servida en su velador. Jaime recobró el juicio y se sintió culpable mas no dijo nada al respecto. Mientras su mujer acudió en ambulancia hasta el hospital con su difunta madre, Jaime seguía pensando en el trabajo lo que había sido capaz de realizar, la culpa lo invadió de forma tan agobiante que llegaba a ver al fantasma de su suegra persiguiéndolo por las calles. Llegó volando a su departamento pero su mujer no estaba ahí, debía confesarle la maldad que había cometido. Cogió el primer taxi que pilló y se dirigió al hospital.

Cuando se encontró con Patricia estaba pálido y desesperado, Patricia en cambio, con lágrimas y resignación había asumido la muerte de su madre. Jaime tartamudeaba y balbuceaba que lo que tenía que decirle tenía que ver con la muerte de su madre, Patricia abrió sus ojos muy gigantes y le pidió que se calmara para que luego hablase: “Yo… yo, yo fui el que…” alcanzó a decir hasta cuando apareció el doctor, interrumpiendo la cómica confesión: “Doña Patricia, su madre descansa en paz ahora, ha muerto en el sueño debido a un infarto ¿ella nunca quiso tratarse los problemas cardíacos que tenía?”. Jaime quedó helado ante el crimen que jamás alcanzó a cometer, puesto a que por la ausencia de sustancias venenosas en los exámenes permitían inferir que se había dormido sin siquiera probar la taza de té contaminada.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Iquique II (Segunda parte)



Hola lectores:


Aquí les traigo la segunda parte del cuento anterior "Iquique II" espero que les guste el desenlace de esta historia futurista.
Saludos!



Iquique II



Llegamos con Mónica de vuelta al transbordador Baquedano VI. Yo iba muy asustado puesto que la hemorragia de mi brazo no paraba de sangrar. Regué todo el camino con el color escarlata de mis venas. El paramédico que viajaba con nosotros me atendió de inmediato y aplicando lo necesario logró frenar la sangre que ya a esas alturas había alcanzado un color más oscuro.
- Tendré que hacer un análisis rápido para descartar que hayas contraído algún tipo de infección viral -. Sentenció con gravedad.
Me obligó a quedarme en la nave y pidió a Mónica que informara al comandante de lo sucedido. Ella salió raudamente, no sin antes despedirse con una sonrisa acogedora de mí para tranquilizarme de que todo estaría bien y que descansara. Me recosté en el asiento reclinable que me albergó durante el largo viaje desde la estación espacial.
Cerré los ojos por unos segundos y entonces las imágenes del día del impacto volvieron a mi mente con un color tan nítido como si estuviera pasando de nuevo. El día 22 de Diciembre del año 2012 la órbita de la tierra cambió de dirección por el roce en su superficie de un asteroide gigantesco al que los científicos denominaron “Hercolobus”.
La presión del contacto de Hercolobus creó una energía cinética que desestabilizó al planeta y por ende lo movió de su órbita, alejándose un tanto del sol. La presión del asteroide provocó que los sitios en los que había tenido contacto más cercano se destruyeran al instante. La ola de fuego arrasó con ciudades enteras siendo Latinoamérica, Oceanía, el sudeste asiático y África los continentes más afectados. Yo fui un afortunado de sobrevivir, en ese momento me encontraba en la ciudad de Santiago, Chile, rindiendo las pruebas finales para ser admitido en la fuerza aérea de mi país. Cuando ocurrió el impacto fuimos puestos a salvo en una cámara especial construida por la armada chilena debajo de la capital y tras un breve lapso de tiempo fuimos enviados hasta Norteamérica para que la NASA nos diera un curso rápido de inducción que posteriormente se convertiría en el pase de acceso a los proyectos del plan “Earth Survivor” o sobreviviente terrestre, elaborado por la NASA para el día en que la tierra ya no pudiera resistir la vida humana. Así fue como a mis 20 años llegué a la estación espacial Survivor y rápidamente me hice de las habilidades necesarias para integrar el plantel de la misión Latinoamericana de rescate post impacto. Mantuve viva la ilusión durante los últimos meses de poder volver con vida a mi natal Iquique, ver por última vez el lugar que me vio nacer. Cuando supe que la sonda de la Baquedano VI había encontrado vida humana me puse más que feliz, pensé que podía encontrar a alguien que hubiera sobrevivido al impacto, aunque sea para poder compartir el duelo de que nuestros seres queridos quedaran sepultados en ese lugar pero por lo visto sólo quedaba ese esperpento que me atacó.
Fue un dolor muy grande. Toda la vida como la conocíamos cambió en un abrir y cerrar de ojos. Yo pensaba que iba a poder pasar las fiestas de ese año junto a mi familia nuevamente en nuestra casa de calle O’Higgins con la alegría de haber sido aprobado en la fuerza aérea mas todo eso quedó en el pasado y no es más que el agrio sabor de la muerte de toda una vida que siempre conocí.
Abrí los ojos y desperté de aquel infierno, Mónica saltó sobre mí corriendo: - ¡Hemos atrapado al esperpento que te ha atacado! -. Me decía con felicidad. Corrí a gran velocidad para ver el rostro de aquella ulcerada criatura una vez más, lo habían dopado y encerrado en una cápsula de aislamiento para luego ser sometido a los exámenes de rigor.
Pese al color del líquido amniótico y el cristal que lo recubría, pude ver el color marrón de las yagas que cubrían toda su piel. Rugía fuertemente mientras daba azotes contra la cápsula hasta que lo tranquilizaron mediante inducción de anestésicos, sin embargo seguía poniéndose más y más intranquilo mientras clavaba sus ojos con furia sobre mí. Quedé atónito, sus ojos resultaban algo verdaderamente perturbadores mas yo sentía que aquella bestia era un ser humano que podía sentir las mismas emociones que yo y que de seguro compartía los mismos recuerdos negros que el impacto del Hercolobus había grabado en nuestras mentes para siempre.
El paramédico que me asistió fue el mismo que se encargó de realizar todas las pruebas de estabilidad pertinentes para asegurarse de que el individuo se encontraba estable, practicó exámenes completos de sangre y ADN que arrojaron como resultado que se trataba de un humano sometido a la intensa radiación liberada por el impacto y los altos grados de concentración que presentaba la contaminación del aire del lugar, por eso su cuerpo había mutado en algo hostil que le permitiera soportar las adversas condiciones atmosféricas.
Mientras realizaba las diligencias, se aproximó a mí el paramédico para entregarme los resultados de mis exámenes de sangre: - Felicidades – dijo – Hemos descartado todo posible contagio de algo peligroso -. No me sorprendí, seguía maravillado por el relajo que presentaba ahora el sujeto de la cápsula. Pasé toda esa noche que decidimos acampar en la ciudad.
Por la mañana había llegado la hora de partir, sin embargo el comandante cambió inmediatamente el semblante de su rostro cuando intervino apresurado el paramédico con un informe en sus manos. Cuando hubo terminado de contarle sus noticias al oído el comandante me llamó para que los acompañase. Extrañado accedí.
Solos en la cámara en donde se encontraba encapsulado el salvaje, el comandante me pidió que lo mirase bien, lo hice pero sin entender el motivo. El paramédico me extendió el informe de los exámenes que le había aplicado pero aún así seguía sin comprender lo que pretendían decirme.
El comandante puso su mano sobre mi hombro y con malestar me comunicó:
- Arturo, lo lamentamos mucho. Según los exámenes de sangre que le aplicamos y los que tuviste que tomarte tú cuando fuiste atacado hemos comprobado mediante el material genético que ambos son hermanos -.

martes, 22 de septiembre de 2009

Iquique II (Parte I)


Hola:

He aquí un nuevo cuento para el blog. Debido a su extensión he debido presentarlo en dos partes, he aquí la primera mientras que la posterior será publicada en unos días más:



Iquique II


De repente se escuchó el sonido de la nave aterrizar. Eran las 7 de la mañana y mi corazón estaba tan despierto que en cualquier minuto veía que se me salía por la boca en su tamborileo constante e insufrible. “Hemos llegado” gritaba el comandante al resto de los tripulantes de la misión. Nos disponíamos a desperezarnos del incómodo sueño que se concilia en los asientos reclinables de la nave de exploración Baquedano VI para aprontarnos a nuestra misión del día.

- Se han detectado mediante un sondeo que podrían existir sobrevivientes aún en la zona – decía el comandante. – Su misión es encontrar cualquier resto de osamenta humana que puedan constatar en todo el perímetro. La vida de alguien pende de un hilo ahora y es preciso que lo encuentren con la mayor prontitud posible ¿quedó claro? -.

- ¡Sí, comandante! – gritaron los tripulantes a coro.

Me terminé de ajustar el traje para poder salir al exterior, el aire aún se siente pesado y por la carencia de vida vegetal en el terreno es más que obvio que se debe al alto grado de contaminantes flotando de manera microscópica. Me puse el casco y decidí dar el gran paso fuera de la nave, entonces lo vi. Eran las ruinas de una antigua ciudad completamente devastada por el impacto del 2012.

Quedaban edificios aún en pie, algunos escombros de otros tantos reducidos en cenizas y otras ruinas de edificios muy antiguos de madera. Las calles completamente desiertas, no se podía percibir ningún vestigio de vida en aquel desolado basural.

Los demás muchachos de la expedición se aprontaron a recorrer los alrededores, mas yo decidí internarme en lo que parecía una plaza. Me sorprendió que en su centro hubiera estado una torre con un reloj que todavía quedaba en pie, marcaba justamente la hora del impacto de ese día 22 de Diciembre. Las manecillas indicaban las 19:35 pm.

Más adelante quedaba la fachada de un gran edificio blanco, ennegrecido por las cenizas. Sus puertas de madera se vinieron abajo en cuanto hube tocado la manilla de la entrada, el estruendo se escuchó al interior del oscuro edificio y llamé para saber si había alguien ahí dentro pero nadie contestó. Di entonces la vuelta pero sentí que algo se movió entre las sombras del interior, apunté con mi puntero láser y mantuve la posición defensiva:

- ¿Quién anda ahí? -. Grité, entonces se volvió a oír el sonido de que algo se escabullía ahí dentro.

Me armé de valor y me adentré al edificio, se trataba del antiguo teatro de la ciudad. Recorrí el pasillo central por entre las butacas para llegar hasta el escenario, me paré en el centro y desde ahí iba alumbrando hacia todos los rincones para encontrar al responsable del ruido. En ese momento escuché unos pasos detrás de mí que se pegaron a mi espalda y me sujetaron con fuerza, dejando caer la linterna que traía.

Pude ver por el haz de luz que se coló fugazmente que unos brazos humanos me sujetaban. El individuo se comportaba más como un animal salvaje. Al sentir que el rayo de luz lo apuntó directamente a sus ojos se escondió detrás del telón y luego salió a toda velocidad por el pasillo hasta la puerta que había derribado. Me recuperé de inmediato y salí tras él.

Perseguí al andrajoso esperpento por una larga avenida que había servido como paseo en el tiempo en que la ciudad tenía vida. Al final del camino, el monstruo se escondió en los asientos del vagón de un tren urbano de madera que estaba viejo y con las terminaciones metálicas oxidadas. Le obligué a que bajara pero ante su negativa di un salto al interior para atraparlo, se trataba de un ser humano pero con toda su piel ulcerada, sus ropas roídas, el cabello muy largo y sucio y las uñas largas como garras negras. Su comportamiento se asemejaba al de un aborigen siendo encontrado con la civilización por primera vez. Quise acercarme pero me lanzó un garrotazo que le sirvió para mantenerme distraído mientras que de un salto se escapaba del vagón.

Una compañera, Mónica, me gritó desde abajo del vehículo:

- ¿Qué ha sido eso, Arturo? -.

- No lo sé -.Le respondí, mientras bajaba del vagón.

Cuando puse los dos pies en suelo firme mi compañera de misión quedó horrorizada. Le pregunté que si pasaba algo malo, entonces ella señaló a mi brazo derecho, que era con el cual había intentado tocar a la bestia humanoide:

- ¡Estás sangrando! -. Exclamó entre cortado con la voz muy afectada.


Continuará...

domingo, 20 de septiembre de 2009

De vuelta...

Hola!

Sé que he tenido muy botado el blog, es que aparecieron otros proyectos para los cuales tuve que escribir y pues uno como ser humano tiene momentos de bloqueo creativo jeje.

Intentaré colgar cuentos más habitualmente como lo hacía antes y qué mejor que comenzar esta segunda temporada con este nuevo cuento "La reina del Antro" que espero que les guste.

Muchas gracias tambipen para aquellos que me han enviado sus felicitaciones, prometo no decepcionarlos y bueno, para los que visitan el blog por primera vez les doy la más cordial bienvenida.

Rodrigo Bueno.

La reina del antro


"La Reina del Antro"


Las luces de neón bañaban el ambiente en un cálido resplandor fluorescente de colores mágicos. Tonos azules, violetas y purpúreos en combinación con el humo de cigarrillo y la música electrónica de aquel antro creaban una atmósfera nocturna en la cual las almas buscaban el refugio en un lugar ameno para sus almas solitarias, sin saber que ese salto al destino era un paso que seguían dando en la más completa individualidad. Puedes estar rodeado de mil caras alrededor de la pista de baile, sin embargo, cuando llegan las cuatro de la mañana y es hora de regresar a casa, estarás tú, frente a frente, sólo con tu reflejo en el espejo del baño, lavándote los dientes e intentando componer esa horrible cara que el trasnoche bien sabe hacer notar en cada uno de los surcos de tu piel.

Victoria, una muchacha de delgada figura, piel muy blanca, cabellos rubios y rizados hasta los hombros, unos ojos preciosos de color celeste y un jeans ajustado que resaltaban sus caderas tanto como su blusa denotaba sus pechos, estaba de pie en uno de los rincones del antro, con su vaso de ron cola en la mano, tratando de convencer a su amiga Pilar para que saliera a bailar con ella y las demás amigas. La tímida Pilar, que se acomplejaba de su figura más voluptuosa y que parecía sentir vergüenza de beber mango sour insistía en que prefería irse a su casa para terminar viendo alguna película de HBO que alcanzara a pillar desde el principio, al tiempo que devora los restos de algún trozo de torta de su paupérrimo refrigerador.

Los hombres del lugar no paraban de acosar a Victoria mientras esta hablaba con su amiga, muchos de ellos con la picardía de intentar sacarla a bailar. Tras los intentos de disuadir a Pilar en su convicción de abandonar el recinto, Victoria accede a la invitación de uno de sus prospectos para dar rienda suelta a los movimientos de su cuerpo, los cuales se potencian con los delicados tonos de la tenue luz lavanda que bañan la pista. Pilar observa con envidia cómo en el destello de la discoteca su amiga es capaz de ligar tan fácilmente con uno y con otro, es tan codiciada, tan perfecta, tan hermosa que cualquier hombre que la ve bailar se convierte inmediatamente en presa de un deseo morboso de clavar sus ojos en ella y posar sus manos en esas caderas que se balancean hipnóticamente en el trance embriagador del alcohol y la electrónica.

De boca en boca y de mano en mano, Victoria le muestra a Pilar todo lo que ella jamás podría siquiera aspirar. Un mundo sensual, en que los sentidos te transportan al placer más carnal y superficial. Un lugar al que para acceder, debes saber jugar y para jugarlo tienes que tener lo necesario, no un cuerpo en el cual algunas piezas de él se escapan sin control y debes ocultarlo bajo un cinturón que cuesta ajustar.

La princesa Victoria parece poder tenerlo todo en la pista de baile mas nunca un príncipe que la acompañe a su trono por más tiempo que una sola noche. Es asombroso y un placer autodestructivo de Pilar ser testigo del desfile de hombres que llegan a la cama de su amiga: - ¿Será que ella nunca se enamora? -. Para Victoria es un juego en el que el sexo es sólo eso, sexo. Salir a bailar para ella es ir en plan de cacería de la presa que sea capaz de brindártelo ¡ojo! Que ninguna de estas presas se puede repetir, ni retener. – Es tan libre, un alma tan propia de sí misma que jamás podría ser entregada a alguien más -.

- He bailado con ese, me he acostado con aquél, ese de ahí da los besos de tal forma -. Son todo lo que se oye de Victoria cuando está hablando con sus amigas en plan de buscar “ligue”. Esa noche fue distinto, porque después del espectáculo que acababa de dar a los compases del último remix, Victoria no reparó en un hombre moreno, muy alto con rasgos arábigos y unos ojos negros electrizantemente magnéticos. El contacto visual fue inmediato, la agringada princesa se acercó haciéndole un gesto a Pilar de que esperara hasta un poco más para que se fueran y mientras el hombre misterioso bailaba junto a otra chica se paseó por entre medio de los dos meneándose con la sutileza y sensualidad que la caracterizaba. Bastó un ligero coqueteo para que el tipo pusiera sus ojos en ella y le siguiera hasta el centro de la pista. Allí, fundidos en los sintetizadores y el beat de la música y el caleidoscopio de luces de colores sobre ellos parecía como si el mundo alrededor desapareciera. Los dos cuerpos, piel con piel frotándose, mezclándose en el sudor que emanaban sus cuerpos, imantados por esa sexualidad que conectaba irrompiblemente cuando sus ojos se clavaban los unos en los del otro, se convirtieron en un momento mágico en el que el resto del planeta conspiró para dejarlos solos en la intimidad de una burbuja que no existía en el mundo en el que estaban compartiendo.

- ¿Cuál es tu nombre? -.

- Isaac ¿y el tuyo? -.

- Victoria -.

La muchacha se quedó pegada en la profundidad de los ojos negros de Isaac, este se acercó sin ningún temor a su rostro, la tomó con una mano de la cintura con total confianza y bajo la misma seguridad le acarició el rostro con la otra, luego coqueteó con la proximidad de sus labios con los de ella hasta que en un momento en que la presión por besarle se volvió insoportable, Victoria fusionó su boca con la de su amante fugaz mientras que las luces de la pista decayeron como estrellas fugaces en el firmamento.

- ¿Quieres venir a mi departamento a tomar un trago? -.

Isaac le sonrió.

- Espérame, iré a avisarle a mis amigas que me voy -.

Llegó apresurada donde estaban Pilar y las otras muchachas para despedirse desesperadamente. Sus ojos estaban iluminados como los de una niña de quince, al parecer no esperaba que Isaac fuera como cualquiera de sus compañeros sexuales, Pilar se atrevió a decir que inclusive Victoria podría haberse flechado a primera vista de él. El grupo de amigas se retiró de la discoteca, cada una de ellas en soledad.

Victoria llegó en tanto hasta donde le había dicho a Isaac que la esperase pero él no estaba allí. Corrió entre la gente que aún quedaba en la pista pero debido a la oscuridad y el flash de la luz corta movimientos no pudo dar nunca con el rostro de su romántico enlace. Se sentó a esperarlo en la barra, a ver si lo divisaba otra vez pero fue en vano, ya que ni siquiera cuando les pidieron retirarse del local para cerrar le volvió a ver.

Esa noche, la princesa del mundo que parecía tan poderosa por tener al hombre que quisiera en su cama se fue a dormir sola con su corazón destrozado.

miércoles, 5 de agosto de 2009

¿Qué es amar?


Después de haber pasado una noche en vela hasta las 9:08 de la mañana, traté de darle respuesta a esta pregunta, pero creo que no conseguí mucho, mas aquí está el resultado, un nuevo cuento para el blog:

¿Qué es amar?


¿Qué es amar? Se preguntaba un joven de no más de 30 años, desilusionado del a vida y del amor. Su único gran amor, con quien estaba seguro de que se casaría finalmente se alejó porque sentía que sus sueños de triunfar en el modelaje eran más fuertes que el quedarse atada a un marido, atenderle, mimarle y conseguir un empleo de poca monta en algún lugar fijo en el cual no lograría explotar su potencial, ni mucho menos sería exitosa.

Abrumado, durante los años que estuvo junto a ella le dedicó todo lo que podía darle. Su sueldo, arrendó un modesto departamento de un ambiente para los dos, trabajaba en algo que si bien no era de su agrado, lo realizó porque la paga le permitía tener ciertas pequeñas comodidades, no obstante, jamás en todos sus años de relación quiso abrazar las chances que le otorgaba su salario en placeres personales. Sin embargo, su mujer no pensaba lo mismo, ella sentía que habían cosas que jamás se debían compartir, y los proyectos de realización eran uno de ellos, por lo que cuando se fue, el hombre quedó tan devastado que pasó meses tratando de explicarse qué era amar. Finalmente y luego de un largo tiempo encerrado, decidió salir por una copa a un bar, cosa que no hacía desde antes de conocer a su ex.

En el bar daba la casualidad de que había muchas personas solas en la barra, al parecer todos tenían el mismo problema que él. Extendió la mano y luego de un tímido tartamudeo, pidió un whisky doble. El hombre del lado le da una palmada en el hombro:

-Venga, hombre, que las mujeres vienen y van, hay muchos peces en el agua como para llorar porque una le pone los cuernos-

-¿Cómo así?- responde el joven.

-Que mi primera mujer me engañó con el compadre Raúl, mi segunda esposa salió lesbiana y la tercera, la tercera es una vieja de mierda que me cambió por su tropel de gatos-.

Al oír esto, el muchacho se espantó, al parecer siempre está latente la teoría de que alguien es mucho mejor que uno, por lo que bebió su whisky y mejor se apresuró hasta otro rincón del antro. Donde había una mujer de un cuerpo como de 20 pero en realidad tenía 50, con un cabello grotescamente platinado que hablaba a boca de jarro, mientras le coqueteaba a un joven de cómo 28:

-A tu edad nadie busca emparejarse, es una lápida, una cruz, es como darse en bandeja a que te encarcelen, yo sé que lo que buscas es probar de todo para que cuando te aburras puedas recién pensar en tomar tu cruz y empezar a cagarla, pero ojo, que tiene que ser con la cartuchona, la santita, porque si te metes con la guarra, nunca tendrás hijos y serás un eterno cornudo, por eso estoy yo aquí—

Definitivamente no había ningún interés por comprometerse en esa mujer, parecía un pájaro libre, a la deriva de los arrebatos huracanados de su impulso, picando en cada nido pero sin comprometerse a proveer ninguno. El muchacho abatido siguió recorriendo el bar, en un lado había una pelea, parecía que dos tipos se disputaban el último tequilazo, no deben tener nada mejor que hacer, nadie jamás los va a esperar, nadie de los de aquí de hecho está por que quieren, si tuvieran un hogar adonde ir probablemente no querrían salir de allí porque no habría nada que buscar.

Cuando estaba a punto de dar un paso afuera escuchaba al aire la última charla de ese extraño lugar:

-Si supieras todo lo que le he dado a esa mujer, se lo he dado todo, quería casa, tuvo casa, quería vestidos, le compré muchos, quería hijos, y como no podía hacérselos yo, le mandé a mi mejor trabajador para que se acostara con ella y resulta que al final los dos andan felices con el mocoso que yo planifiqué-.

Podría ser posible, quizás para ella era tan importante aquello que él no supo entregarle y no pudo por su naturaleza que quizás era preferible salir corriendo. El hombre dio un paso fuera del bar, más deprimido de lo que ya estaba, con la certeza de que nada en el mundo volvería a valer la pena como en aquellos días. Va y se sienta en la banca de la plaza frente al bar, junto a alguien que lee el diario, tapándose por completo su rostro. Él se sienta y suspira al aire, entonces la persona del lado cierra el periódico y le dice entre risas:

-¿Vienes del bar? De seguro te has dado cuenta que está lleno de infelices, por eso me quise salir de ahí, es decir, qué importa si a fin de cuentas nadie ha sabido construir al lado tuyo de par a par, la vida siempre puede darte nuevas oportunidades-.

-Eso es muy raro, porque si sabemos que es tan desechable la cosa, llegamos y nos largamos ala primera complicación-.

-Te equivocas, mi marido no dejó jamás de pegarme, le di todas estas oportunidades de cambiar, le acompañé al as terapias, pero anda a ver tú, que cuando o has intentado todo y el otro no puede más, no estás desechando nada, sino aprendiéndote a amar-.