viernes, 30 de octubre de 2009

La presa



Hola:

Se viene por fin el término de Octubre y lo despido con un último cuento de suspenso, espero que les haya gustado esta incursión que hice de este género durante estas últimas publicaciones.

Saludos!

La presa

Los pasos se sentían a escasos metros de donde se encontraba el grupo de jóvenes scouts. Parecía que en la silenciosa brisa de la noche que remecía las hojas de los árboles no había otro ruido que no fuera el del ambulante espectro que se paseaba por todo el valle, entrando en casas de los pueblos aledaños para asaltar sus graneros y cobrar la vida de uno que otro animal de corral.

Ese fin de semana se había convertido en un gran desafío para Franco, un muchacho de unos 14 años, flaco y desgarbado, debilucho a simple vista y gustoso de la literatura que debía soportar la presión de sus compañeros por su prueba de iniciación para ascender dentro del grupo de exploradores, sumado con la leyenda de la bestia que recorría los valles durante la oscuridad. Llegado el momento, justo en una noche de luna llena, se le comunicó su reto: Debía atravesar el río por la noche y traer de vuelta un banderín que se encontraba oculto del otro lado del cauce. Para ello sólo contaba con la luz de la luna y una hora de plazo.

El temor que se agolpaba en su garganta como un nudo lo forzaba a disimular seguridad ante el resto, esperando convencerse a sí mismo de que todo estaría bien y de que el espectro que merodeaba los pueblos de la quebrada sólo era una vieja leyenda rural producto de la sugestión costumbrista. Atravesó el río a duras penas, cayendo desde las piedras y empapándose entero. Se tomó unos minutos para estilarse y luego se internó en el oscuro bosque. El sendero era siniestro y poco se podía ver con la escasa luz que se colaba entre las ramas. El pie de Franco dio a parar en un lodazal y posteriormente se tropezó con un peñasco. Incorporado, se sentó a un lado del sendero, adolorido por la caída y fue entonces que sintió la agitación de los arbustos. Se levantó inmediatamente y temblorosamente llamó para saber quién merodeaba.

Como no recibió respuesta, se imaginó que podían ser los demás muchachos que estaban por allí para asustarle, así que optó por seguir buscando el banderín. Llegó hasta la ladera de un cerro, donde estaba la bandera pero se encontraba en el suelo y rasgada como por un animal. La cogió mientras echaba un ojo a los alrededores pero no vio señas de ningún animal salvaje. Ajustó el banderín al cinturón y emprendió la retirada, entonces tuvo que darse la vuelta rápidamente hacia el cerro de donde cayeron piedras por el presunto movimiento de alguien en sus alrededores. Franco vaciló en investigar y decidió correr a toda prisa por el bosque, perdiéndose en la carrera al interior del oscuro sendero.

Le pareció correr en círculos, entonces se detuvo para percatarse de los restos de plumas y sangre en la tierra y en parte de la corteza de un gran árbol. -¡Un animal salvaje! – Exclamó, mientras que intentaba caminar con sigilo para no ser percibido, no obstante, sus esfuerzos fueron en vano porque la sensación del movimiento de los arbustos alrededor de él lo hicieron apresurar la carrera hasta correr. Aquel animal que lo perseguía había salido en su captura a una velocidad mayor pero sin verse entre los fugaces vistazos que echaba hacia atrás Franco, entonces tropezó nuevamente y el banderín se le cayó del cinto, lo que lo retrasó en su incorporación.

El muchacho pudo sentir detrás de él la respiración jadeante y el vértigo de ser la presa de un animal cazador, entonces trató de escabullirse a rastras sin éxito, porque su captor, que resultó ser un ser humano lo cogió por el tobillo con una de sus manos mientras que con la otra se aproximó a cogerle del cuello de su camiseta.

Franco chillaba con gran desesperación, notó que el hombre traía consigo un garrote colgado en su espalda mientras luchaba por zafarse, el hombre lo miró con unos brillantes ojos amarillentos y una expresión psicopática en su rostro, alzó con una de sus manos el garrote para darle al joven, mas el niño aprovecha para escaparse y seguir corriendo desesperadamente, zigzagueando entre los oscuros matorrales. El cazador intentó seguirle el paso, mas Franco logró despistarlo escondido entre unas piedras.

Aprovechando el silencio, Franco intentó acercarse por donde sentía el sonido del agua del río. Iba perplejo, en estado de shock, entonces, justo antes de salir de los arboles hacia el lecho del río, aparecen dos figuras de su estatura con capuchas que lo envisten: - ¡Te asustamos! -. Gritan a coro, comprendiendo en la perplejidad que se trataba de una broma.

Reunidos, junto a las carpas y al fuego, los muchachos le comentan de cómo se les ocurrió asustarlo en el bosque para hacerle más divertida su iniciación. La idea de las máscaras había sido del instructor, Franco se relaja y luego de darse cuenta de que había dejado caer el banderín les confiesa que fue notable el momento en que desplumaron a una gallina y dejaron su sangre en el camino. Todos se miran sorprendidos, a lo que Franco agrega que el personaje del viejo con garrote había sido muy bien logrado por el que lo haya interpretado. La sorpresa de los que estaban sentados allí se acrecentó aún más, comentando que no sabían a lo que su compañero se estaba refiriendo.

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